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jueves, 21 de mayo de 2015

[ESPAÑA] "LA HUELGA INVISIBLE" (TELEFÓNICA-MOVISTAR), POR FAUSTINO ZAPICO ÁLVAREZ

El autor del siguiente artículo es Faustino Zapico Álvarez, dirigente del SUATEA (Sindicato Unitario Autónomo de Trabajadores de la Educación de Asturias), quien lo redactó con el fin de hacer llegar a los compañeros de la Tendencia Piquetera Revolucionaria (TPR) y de Argentina en general, su visión de un fenomenal proceso de trabajadores de las telecomunicaciones contra la precariedad laboral en el Estado Español. Desde ya nuestro agradecimiento.

La huelga invisible

Desde hace más de un mes, los trabajadores de las subcontratas de Telefónica-Movistar del Reino de España libran una dura lucha contra sus condiciones de semiesclavitud en medio del silencio cómplice de los medios.

Todo empezó el 28 de marzo, cuando los trabajadores de las contratas y subcontratas de Movistar (antes Telefónica) de Madrid iniciaron una huelga indefinida a la que desde el 7 de abril se sumaron los trabajadores del resto del reino. El detonante fue la intención de la empresa de rebajar aún más el precio del trabajo en las empresas subcontratistas, en un contexto en que dichos trabajadores tienen que aguantar unas condiciones laborales tremendamente precarias: jornadas laborales de hasta 10 y 12 horas diarias por salarios de entre 500 y 800 euros brutos (el salario mínimo español es de 648).

La empresa echa balones fuera diciendo que la cosa no va con ellos, sino con las empresas que contrataron a dichos trabajadores, que además obligan a los mismos en numerosos casos a hacerse “trabajadores autónomos” y por lo tanto no vinculados a las mismas como asalariados, sino como “libres emprendedores” con los que contratan servicios. En realidad, estos técnicos son la cara más visible de la empresa para millones de personas, ya que son quienes van a hogares y empresas a instalar o a reparar, en nombre de Movistar y con su enseña bien visible, las líneas telefónicas. Después de casi dos meses de huelga las averías se acumulan por falta de personal, las portabilidades y nuevas altas están paradas y, sin embargo, Telefónica-Movistar insiste en que "el conflicto es ajeno a la empresa". 

Esta huelga y estas condiciones laborales resultan especialmente sangrantes cuando vemos que hace dos meses Telefónica-Movistar subió el precio de sus servicios a todos los usuarios argumentando la notable mejora en la calidad de los mismos, o cuando vemos cómo el presidente de la multinacional, Carlos Alierta, gana 500.000 euros al mes, o cuando vemos que los miembros del consejo de administración de la empresa, los mismos que aprobaron un Expediente de Regulación de Empleo que afectaba a 6.800 trabajadores entre 2011 y 2013, se suben sus ya abultados sueldos en un 20%.

Resulta además especialmente reseñable una huelga de este tipo y con esta contundencia (30 provincias de 50 en huelga) en un sector tan atomizado como es el de las contratas y subcontratas. Que trabajadores dispersos en multitud de pequeñas empresas hayan dado el paso de coordinarse y plantear a la patronal un desafío tan serio como la huelga indefinida es especialmente significativo cuando vemos que se hace la margen de las dos grandes centrales sindicales, UGT y CCOO, cuyas cúpulas están compradas por la empresa. De los sindicatos que están detrás de la lucha (AST, CO.BAS, CGT y CIG) solamente el primero, que es mayoría en Telefónica, y el último, la Converxencia Intersindical Galega, tienen una fuerza significativa, y aún así la huelga está siendo un completo éxito. Y eso a pesar de la enésima traición de CCOO y UGT, que el 5 de mayo firmaron un acuerdo inaceptable y a espaldas de los trabajadores con las diez empresas contratadas por Telefónica-Movistar. En vez de desmovilizar, sirvió para radicalizar aún más la lucha.

¿Qué piden los trabajadores? Textualmente, reclaman a Telefónica-Movistar:

  • Que reconozca la responsabilidad que tiene con su personal técnico y se digne a reconocer al comité de huelga como interlocutor válido en una mesa de negociación. Telefónica debe actuar de forma responsable para solucionar un conflicto laboral que afecta tanto a trabajadores / as como clientes / as 
  • Un nuevo contrato mercantil entre Telefónica y las empresas contratistas que garantice unos sueldos dignos, una jornada de 40 horas semanales y poder descansar dos días a la semana 
  • Que se ofrezca a los autónomos la posibilidad de volver formar parte de la plantilla de las contratas directas 
  • Que no haya ninguna represión contra los y las huelguistas y que se detenga la campaña de criminalización de la protesta que lleva a cabo Telefónica-Movistar
  • La configuración de un convenio de las telecomunicaciones y la mejora de las condiciones de seguridad laboral.

Esta “rebelión de las escaleras”, como los propios trabajadores la denominan, o “Marea azul”, por el color de sus uniformes, tiene una importancia fundamental como ejemplo de lucha en un contexto como el de los trabajadores precarios de las multinacionales, marca una línea  a seguir de auto-organización y de solidaridad que puede servir de ejemplo a muchos otros trabajadores de otras grandes corporaciones que se encuentran en una situación similar. Por esa razón, y por el hecho de que Telefónica-Movistar es uno de los grandes inversores de publicidad en los medios de comunicación, la lucha de los huelguistas es recibida con un clamoroso silencio por parte de prensa, radio y televisión. Es una lucha invisible para el conjunto de la población, a no ser que sean clientes de Movistar y se les estropee la línea.

Así, los trabajadores están recurriendo, con éxito, a buscar la confluencia con otros sectores en lucha, como los trabajadores de Correos o los pensionistas, intentando explicar a los estudiantes universitarios las razones del conflicto, y recurriendo a los mítines electorales (para las elecciones municipales y autonómicas del día 24 de mayo). De las fuerzas de ámbito estatal, Izquierda Unida (IU) y Podemos -aparte de las expresiones de la izquierda revolucionaria- son los únicos que les están dando espacio, ya sea para intervenir en sus mítines, ya sea mediante apoyo público expreso o a través de los parlamentos. Al margen de las valoraciones que ambas organizaciones merezcan, y del miedo que tiene Podemos a vincularse a luchas obreras de este tipo en su afán por seguir buscando la “transversalidad” (es decir, buscar el voto de sectores conservadores sin necesidad de que éstos modifiquen su planteamiento político), de momento son las únicas tribunas externas que los trabajadores tienen.

En definitiva, una lucha ejemplar que, si acaba en victoria, puede desencadenar una dinámica parecida en otros sectores.

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