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domingo, 24 de agosto de 2014

[MOVIMIENTO OBRERO] "BALANCE DE LA LUCHA DE ATLÁNTIDA" EN REVISTA "EN DEFENSA DEL MARXISMO" N° 17 (JULIO DE 1997)

A continuación reproducimos el texto "Balance de la lucha de Atlántida", publicado en su momento en la revista teórica del Partido Obrero, "En defensa del marxismo" (número 17, julio de 1997).
Desde la Tendencia Piquetera Revolucionaria entendemos que las lecciones de esa lucha, de las cuales hoy el propio PO reniega, están complemente vigentes.
Para complementar esta lectura, sugerimos el siguiente material de nuestra propia autoría:
"Encuentro obrero: Con Donnelley al frente, ocupemos Lear" (14/08)

Balance de la lucha de Atlántida
por Emilio Martín

Después de más de dos meses de lucha heroica, ha concluido una etapa de la lucha de los gráficos de Atlántida. Una lucha que conmovió a todo el movimiento obrero de la zona norte del Gran Buenos Aires y a los trabajadores gráficos de la Argentina y de todo el continente. Una lucha que recurrió a todos los métodos propios del movimiento obrero: la huelga, la ocupación de la planta, los piquetes, los cortes de ruta, la olla popular, la movilización de masas, las campañas de boicot popular contra los productos de la empresa. Una lucha que unió en un combate común a los obreros y a sus familias, organizadas en comisiones de mujeres y de hijos. Una lucha que, finalmente, significó un importante punto de reagrupamiento político del movimiento obrero combativo, cuyas manifestaciones más altas fueron el movimiento de solidaridad que se gestó para el triunfo de Atlántida y la convocatoria, votada en asamblea general de planta, del acto político del 1º de Mayo en Plaza de Mayo, junto con otras direcciones políticas antiburocráticas y combativas y un conjunto de partidos de izquierda.

Esta etapa de la lucha concluyó con una derrota porque no se pudo imponer la reincorporación de los 390 despedidos. Pero la derrota de Atlántida es de esas que cimientan futuras victorias. Porque como dijo Néstor Pitrola, secretario general de la Comisión Interna, en la asamblea general que cerró esta primera etapa de la lucha: “Muchos compañeros de esta carpa dicen que es un triunfo. No podemos decirlo así. Pero por algo estos compañeros dicen que es un triunfo. Porque nuestra lucha fue un gran acierto estratégico. Porque caímos peleando y porque aún seguiremos peleando mucho tiempo más. Porque esta lucha prolongará su influencia entre todos los trabajadores”.

En el curso de la lucha, los trabajadores de Atlántida fueron obteniendo importantes victorias parciales. Lograron mantenerse unidos y luchando aun después del desalojo policial de la planta. Así, durante toda esta etapa de la lucha, las revistas de Atlántida salieron a duras penas, con formatos de emergencia, con menos páginas, con una calidad deplorable, sin publicidad, con menos distribución y con un sector amplio de la población que se sumó al boicot convocado por sus trabajadores. Los piquetes instalados en la puerta, bloqueando la salida de los camiones, retrasaron sistemáticamente la salida de las grandes revistas. Con su movilización lograron quebrar el ‘bloqueo informativo’ montado por las patronales de prensa alrededor de su lucha, logrando una amplia difusión del conflicto. Su enérgica movilización, también, logró quebrar el bloqueo político que pretendió imponer la burocracia sindical: más de setenta delegados de las principales treinta empresas del gremio, algunos incluso que responden al oficialismo ongarista, censuraron la parálisis de la dirección sindical y reclamaron la realización de medidas para llevar la lucha a la victoria.

En la lucha de Atlántida está en juego, además del despido de 390 trabajadores, la imposición de una flexibilización feroz a los nuevos obreros de Atlántida y la propia existencia de una interna clasista y combativa, que jugó un papel de primer orden en todos los intentos de poner en pie un reagrupamiento independiente de la vanguardia obrera, tanto en la zona norte del Gran Buenos Aires como en el Sindicato Gráfico Argentino. Por eso, tanto la patronal como la burocracia sindical y el aparato del Estado, en una trinchera; y los trabajadores de Atlántida y lo mejor del movimiento obrero combativo argentino, en la otra trinchera, entendieron que ésta era una lucha de alcances estratégicos.

Este es el balance de la primera etapa de esta gran batalla de clases.

Un poco de historia

Hace trece años, después de una huelga importantísima, los trabajadores de Atlántida se dotaron de una Comisión Interna clasista.

Esta Interna consiguió numerosas conquistas; una de las fundamentales fue la estabilidad laboral. Cuando hace algunos años, la patronal pretendió despedir a un gran número de trabajadores, por supuestos cambios‘tecnológicos’, fue derrotada. La Interna consiguió, por medio de la lucha, que nadie fuera despedido y que se redujera la jornada de trabajo de 8 a 6 horas (creación del cuarto turno laboral), sin reducción del salario. En trece años, la patronal jamás pudo despedir un activista, porque la fábrica paró de inmediato cada vez que lo intentó. El salario de los gráficos de Atlántida triplica la máxima categoría del convenio gráfico. Se logró imponer una paritaria interna, por medio de la cual se categorizó función por función: se alcanzaron cinco categorías más, por encima del convenio gráfico de 1975, desactualizado después de veinte años de progreso tecnológico.

Mediante la organización interna y la lucha consecuente, esta Comisión Interna logró poner un freno decisivo a las pretensiones flexibilizadoras y superexplotadoras de la patronal. Este papel de vanguardia en la lucha contra la política capitalista llevó a Atlántida a encabezar la lucha por la recuperación del Sindicato Gráfico. Primero contra la conducción burocrática que fue cómplice de la dictadura militar; más tarde, contra la burocracia ongarista. La lista Naranja Gráfica, cuyo corazón y cerebro es la Interna de Atlántida, desarrolló una sistemática política clasista en cada lucha, en cada elección y en cada proceso nacional. En las últimas elecciones, derrotó el fraude montado por la burocracia y logró obtener la minoría del Congreso del SGA.

La pretensión patronal de imponer la flexibilización plena, obligadamente, debía partir de la constatación de que, antes, debía ‘deshacerse’ de la organización gremial de la fábrica: o iba a un ataque a fondo, a todo o nada, o sería nuevamente derrotada.

La crisis del ‘recurso de crisis’

La patronal anunció el cierre de la planta de Garín para fines de marzo, precisamente cuando vencía el acta de estabilidad que la Interna había obtenido un año antes. El cierre de la planta significaba el despido de 300 trabajadores gráficos y de 60 del gremio de prensa.

La patronal se escondió detrás de un supuesto ‘recurso de crisis’. La medida, sin embargo, no estaba dictada por una situación de quiebra. Atlántida es un poderoso monopolio que, en los últimos años, se ha transformado en un ‘multimedios’ (Atlántida, Telefé, Radio Continental, etc.). Ahora, Atlántida se fusiona con la empresa Cochrane, formando un nuevo emporio: AyC, cuyo presidente es Jorge Terra, el mismo presidente de Atlántida, que obtuvo un contrato de exclusividad para imprimir las revistas de Atlántida por siete años, por un valor estimado de 200 millones de dólares. Cochrane pertenece al grupo Donnelly, el mayor pulpo impresor del mundo.

La ‘nueva’ patronal quiere que en Atlántida se imponga la flexibilización laboral a pleno. Por eso, en complicidad con el gobierno, las restantes patronales y la burocracia, armó un ‘plan de guerra’ para destruir la organización interna de planta y derrotar a los trabajadores. Se presentó clandestinamente ante el Ministerio de Trabajo para reclamar que éste declarara lo que se llama un “recurso preventivo de crisis”, que suspende la vigencia del convenio cuando las patronales alegan ‘dificultades económicas’. La patronal se jugaba a amedrentar a los trabajadores con el anuncio del cierre, y forzarlos a negociar individualmente las condiciones de trabajo. Los trabajadores respondieron: reunidos en asamblea, los gráficos de Atlántida rechazaron el ‘recurso trucho’, reafirmaron que la negociación de las condiciones de trabajo era colectiva, que esa facultad le correspondía a su representación gremial y lanzaron un plan de lucha en defensa de la fuente de trabajo. Esta fue la primera derrota que sufrió Vigil a lo largo de todo el conflicto.

El conflicto

La patronal lanzó la ofensiva porque creyó que la capacidad de resistencia de los trabajadores se derrumbaría con el anuncio del cierre. Pero los trabajadores estaban plenamente conscientes de lo que estaba en juego. Como señaló un miembro de la comisión interna en un reportaje, “con una patronal que fabrica un cierre para despedir, no queda otra que ir hasta el final”, porque “al igual que en Fiat hay que derrotar la flexibilización antiobrera”. Esta convicción revela el grado de conciencia de la representación de los trabajadores de Atlántida acerca de los alcances de la lucha emprendida.

La lucha de Atlántida es un enfrentamiento decisivo entre un grupo capitalista, que cuenta con el apoyo del gobierno, que pugna por imponer condiciones esclavistas de trabajo y que actúa con la mayor de las brutalidades (el cierre); y la clase obrera, por la defensa de la fuente de trabajo y de su convenio, de sus condiciones de empleo y de su organización gremial. Estos fueron los términos de esta lucha y la clara conciencia de lo que estaba en juego galvanizó las energías de los trabajadores y los llevó a devolver golpe por golpe cada ataque patronal.

Al comienzo del conflicto y ante la certeza de los despidos masivos, los trabajadores de Atlántida organizaron una manifestación a la sede central de la empresa con más de 600 compañeros. Intentaban por esta vía romper el aislamiento a que los sometía la burocracia y el ‘pacto de silencio’ de las restantes patronales de medios de prensa. Frente a esta primera movilización, la patronal ofreció recontratar a los trabajadores bajo‘otras’ condiciones de trabajo. La Comisión Interna denunció que el ‘ofrecimiento’ patronal refutaba su propio ‘recurso de crisis’. En su desesperación, Vigil llegó a ofrecer de indemnizaciones de Ley; esta propuesta, en los inicios del conflicto, sólo fue aceptada por el 1% de los trabajadores. La inmensa mayoría de la planta, en asamblea, la rechazó y reclamó la incorporación de todos los trabajadores a la fusionada AyC.

Diez días antes del cierre trucho, y en previsión de un posible lock-out, los trabajadores ocuparon la planta. A partir de allí, se reunieron en torno suyo un conjunto de direcciones sindicales combativas y antiburocráticas que se destacaron en los últimos conflictos.

La empresa montó una red con otras patronales para que se imprimieran las revistas que no podían sacar en su taller. Los trabajadores respondieron a esta maniobra imponiendo en un plenario que el Sindicato Gráfico garantizara que ningún gráfico de otra empresa imprimiera las revistas de Atlántida. Los trabajadores y las organizaciones gremiales internas de ocho talleres con capacidad de imprimir las revistas asumieron este compromiso.

El sindicato, sin embargo, no movió un dedo para cumplir lo votado. Fueron los propios trabajadores y sus familias, con piquetes de convencimiento, los que lo hicieron cumplir: desde las primeras horas de la mañana, llamaban a los trabajadores de los otros talleres a no sacar las publicaciones. Así se lograron extraordinarias asambleas obreras en La Ley, IPESA, AyC e incluso en Conforti (donde, sin embargo, se siguió imprimiendo, valiéndose del 50% de personal en negro y desindicalizado); otro tanto ocurrió en Antártica con Billiken, donde los piquetes sólo pudieron retrasar las salidas. Así se fue cerrando el cerco sobre el propio Vigil, lo que lo llevó a intentar sacar las publicaciones en plantas de los países vecinos.

Hasta allí llegó la acción de los trabajadores de Atlántida, que lograron el compromiso de los sindicatos de los países vecinos para que tampoco allí se imprimieran las revistas. La unidad latinoamericana en el conflicto es un capítulo aparte de esta lucha. Se plegó al apoyo la Federación Gráfica Latinoamericana y asistieron personalmente los secretarios generales de los sindicatos gráficos de Chile, de Uruguay y San Pablo, donde Cochrane tiene una planta; también se hizo presente el secretario general del sindicato Cochrane de Chile. Todos ellos se comprometieron ante la asamblea de trabajadores y en los actos de solidaridad a no hacer las revistas y a apoyar el fondo de huelga de Atlántida. En un pronunciamiento muy importante, los dirigentes gráficos latinoamericanos, solidarios con la lucha de Atlántida, enviaron una carta a la dirección del Sindicato Gráfico, emplazándola a hacer lo que hasta ese momento se había negado a hacer: movilizar al gremio para llevar el conflicto a la victoria.

La policía y la ‘justicia’ fracasan en desalojar la planta

En los diez días que llevaba en ese momento la ocupación de planta, la lucha de Atlántida se había convertido en un decisivo centro de reagrupamiento de los sectores obreros en lucha en distintos rincones del país. Así, más de cien representantes de sindicatos, comisiones internas, cuerpos de delegados y de organizaciones políticas de la clase obrera concurrieron al plenario convocado por la Interna para sostener la lucha. Posteriormente a este impresionante plenario obrero, se realizó un festival de solidaridad al que concurrieron más de 1.000 personas. La ocupación de la planta se estaba convirtiendo en un faro para todo el movimiento obrero; por eso llegaron rápidamente a la conclusión de que era imprescindible desalojar la planta.

Para hacerlo, movilizaron a más de mil efectivos de la policía provincial armados hasta los dientes. La infantería cercó la fábrica. La fecha era el 1º de abril, precisamente el día en que la patronal pretendía proceder al cierre ‘trucho’ de la planta. El impresionante operativo policial –el mayor que recuerdan los compañeros de la zona norte desde la ocupación de Ford– y el ingreso por la fuerza a la planta, tenían el propósito de‘desbandar’ a los trabajadores e imponer el ‘cierre’ del conflicto en las condiciones fijadas por la empresa.

El operativo tuvo una ‘voz de orden’ en la Casa Rosada: Corach anunciaba, a las 8,30 de la mañana, que “la planta se está desalojando en este momento por orden judicial”. Lo que no pudieron prever ni Vigil, ni la‘justicia’, ni Corach, ni los efectivos policiales, fue la decisión inquebrantable de los trabajadores de Atlántida y de los centenares de otras empresas de la zona, que fueron agolpándose en las puertas de la planta para impedir el desalojo. El punto más alto de esta verdadera avalancha de solidaridad militante fue el paro de dos horas de Cochrane, el abandono de la planta por sus trabajadores y la asamblea conjunta de los gráficos de ambos talleres, que se hizo a viva voz, desde arriba del techo de la planta. Los trabajadores de Atlántida y los de Cochrane reclamaron al SGA un paro contra la represión y en defensa de los trabajadores en lucha. Al atardecer, ante la enorme reacción que había generado el primer asalto, la policía se retiró. Corach debió informar, entonces, que el “desalojo no ocurrió, al menos en lo inmediato”.

La incursión policial provocó el efecto inverso que la patronal y el gobierno buscaban. Levantó la moral combativa de los compañeros que ocupaban la planta, galvanizó la solidaridad de la vanguardia combativa del movimiento obrero y produjo la unidad en la lucha de los trabajadores que la patronal quería enfrentar entre sí: los gráficos de Atlántida y los de Cochrane.

Este revés obligó a Vigil a romper la ‘muralla de silencio’ que había montado alrededor del conflicto. En una costosa solicitada desmentía sus propios planteos de ‘crisis de empresa’, y afirmaba que Atlántida “ha encarado un proceso de reconversión tecnológica”, algo que también es falso porque no hay ninguna máquina nueva.

3 y 4 de abril: acto obrero y desalojo policial

El jueves 3 de abril, más de 1.200 trabajadores colmaron la puerta del taller de Atlántida en Garín, en un acto obrero de solidaridad nacional e internacional. Concurrieron delegaciones de la Cochrane de Chile, de la Confederación Gráfica Chilena, de la Federación Gráfica de Brasil y del Sindicato de Artes Gráficas de Uruguay; también hubo representantes de la Fatida (Federación Gráfica del Interior). Asimismo, estuvieron presentes Carlos Gallo, secretario general del sindicato Ferreyra de la UOM (Fiat Auto de Córdoba), la Interna y trabajadores del Instituto Malbrán en lucha y decenas de internas gráficas. Hubo una nutrida presencia de delegaciones obreras de UTA, Sanidad, Publicidad, Televisión, Molineros, Utpba, ATE, CTA, MTA. También se movilizaron decenas de jóvenes universitarios de Filosofía y Ciencias Sociales, movilizados con sus centros de estudiantes, y secundarios organizados por la Coordinadora de Estudiantes Secundarios.

Fue un acto de lucha. Los dirigentes sindicales latinoamericanos reafirmaron su compromiso de impedir la salida de las publicaciones de Atlántida en sus países; los delegados y activistas gráficos, de luchar contra el carnereaje y redoblar la solidaridad; los de las fábricas y talleres del conurbano, de aportar al fondo de huelga. Carlos Gallo, de Fiat-Auto (Córdoba), planteó: “La mejor solidaridad con Atlántida es Fiat en lucha”, y anunció el reinicio de un plan de acción por los 42 despedidos. Todos “votaron” por una jornada común de movilización.

Fue un acto de reagrupamiento obrero. La presencia de delegaciones del cordón industrial de la Panamericana y de todo el conurbano, mostró la existencia de una red interfabril armada en casi un mes de movilización ininterrumpida de los trabajadores de Atlántida (la mitad de esos 30 días, con la planta ocupada), lo que plantea una organización más allá de las vicisitudes del conflicto. La importancia estratégica de este reagrupamiento fue advertida inmediatamente por la patronal: “Existe una agitación creciente en toda la zona industrial de la Panamericana que debe ser motivo de especial preocupación”, declaró entonces Vigil a una radio.

La ‘especial preocupación’ de Vigil fue rápidamente atendida. Las fuerzas represivas volvieron para cumplir con sus mandantes capitalistas, y lo hicieron con los métodos que los caracterizan: en las sombras, en el sigilo, cobardemente.

El acto de solidaridad había terminado alrededor de las 22,30 horas. Alrededor de las 3 de la mañana, se empezaron a notar movimientos ‘sospechosos’ de la policía. A las 5, un fuerte contingente de la guardia de infantería irrumpió por atrás en un operativo comando. Era plena noche. Al mismo tiempo, la montada embistió por delante y se desplegó un gran operativo de irrupción por diferentes lados. Llevaban una orden judicial para desalojar la fábrica. La diferencia en favor de la policía era de 6 a 1.

El malón policial, sin embargo, no pudo hacer ‘correr’ a los trabajadores: salieron marchando y cantando consignas, con los dirigentes de los sindicatos gráficos latinoamericanos que también estaban dentro de la planta.

A pesar de que el operativo duró varias horas, ningún dirigente del Sindicato Gráfico Argentino –y en primer lugar Raimundo Ongaro– se hizo presente en la planta durante el desalojo policial.

La lucha continúa

Contra lo esperado por la patronal —y también por la burocracia—, los trabajadores de Atlántida continuaron la lucha. Montaron una olla popular frente a la puerta de la planta de Garín, para impedir el lock-out patronal.

La olla se convirtió inmediatamente, como antes de la toma, en un centro de organización de la lucha. Desde allí se organizaron sistemáticos piquetes sobre la planta y se reforzó toda la actividad de solidaridad con el conflicto.

Los trabajadores de Atlántida participaron en las movilizaciones docentes y organizaron una segunda marcha sobre la sede central de la empresa. Concurrieron 1.500 compañeros, más del doble de los que habían marchado un mes antes, poniendo de relieve la vitalidad de un conflicto al que ‘todos’ (la burocracia y las propias corrientes de la izquierda, con excepción del Partido Obrero) daban por ‘cerrado’ después del desalojo policial de la planta. Pero el ‘salto’ de la lucha de Atlántida no fue sólo de cantidad: la representatividad de las delegaciones que se hicieron presentes en esta segunda marcha fue notoriamente superior a la de la marcha anterior.

Ante la convicción de los trabajadores de luchar hasta vencer, la patronal transformó la planta en una verdadera cárcel, metiendo dentro de la fábrica a la infantería de Duhalde (los ‘halcones’) y a la montada. A pesar de la mejora relativa de su situación, la patronal siguió penando para sacar sus revistas por la acción de los piquetes.

El ‘trucho’ Vigil, condenado por contrabando de autos para discapacitados, no pudo mantener su versión del ‘cierre’. Pasó entonces a ‘explicar’ que se trata de una ‘reconversión tecnológica’, pero tampoco hay tal: la fusión con Cochrane no significa la incorporación de una sola máquina nueva. Se trata, pura y simplemente, de liquidar a la organización gremial interna para imponer, a rajatablas, la flexibilización laboral.

La burocracia ongarista

La lucha de Atlántida fue rompiendo, paso a paso, todos los bloqueos que le interpuso la burocracia ongarista. Con los piquetes de convencimiento, fue plegando a los talleres. Armó la rebelión de las internas: reunió en un pronunciamiento la firma de más de 70 delegados, que exigieron la convocatoria a un plenario de delegados del Sindicato Gráfico Argentino, un organismo esencial del gremio pero que la burocracia ongarista se rehúsa a reunir desde 1988.

La tenacidad combativa y la perspicacia política de los trabajadores de Atlántida desnudaron la política de la burocracia, que no quiso ponerse a la cabeza de la lucha como representante de los gráficos; que abandonó la lucha pasados los diez días, aun antes de la ocupación de la planta; que no estuvo presente en los actos de solidaridad, ni en la defensa de los trabajadores contra la represión policial; que no estuvo presente ni una sola vez en la olla popular; que sacó volantes ‘anónimos’ insultando a los trabajadores de Atlántida; que aportó una miseria, de puro compromiso, para el fondo de huelga.

El fondo de huelga no fue sostenido por ninguna central sindical, sino por la actividad militante de los compañeros de Atlántida y de las organizaciones obreras —argentinas y latinoamericanas— solidarias con la lucha. Conquistó, peso a peso, compañero por compañero, la solidaridad de los trabajadores en la puerta de las fábricas y de los talleres, en colectas en las universidades y en los colegios secundarios, en los barrios.

La traición de la burocracia no queda impune. Editorial Perfil, que ha estado al pie del cañón junto a la lucha de Atlántida, acaba de realizar las elecciones de Comisión Interna. En ellas, la Comisión Interna naranja tuvo que enfrentar a la lista verde ongarista: obtuvo el 70% de los votos.

El gran papel de las esposas y los hijos

Desde el comienzo mismo del conflicto, se hicieron evidentes la participación y la solidaridad de las familias de los compañeros de Atlántida, que resultaron ser un aporte esencial a la lucha.

En la Asamblea-Acto-Corte de Ruta del lunes 3 de marzo, se convocó para el jueves 6 a un acto en puerta de planta con las familias. Concurrieron casi 600 personas; la convocatoria había sido un éxito, pero ni la misma Interna sospechó siquiera el enorme alcance que tendría la movilización de la familia obrera.

En la movilización del 13 de marzo se repitió el fenómeno; la participación de los huelguistas y sus familias ya era indisoluble. De allí surgieron las extraordinarias comisiones de Esposas, por un lado, y otra de Hijos, que celebraron en sus mejores momentos reuniones con decenas de compañeras y compañeros.

En particular, el núcleo de esposas fue una de las patas militantes y de movilización en la que se asentó esta primera etapa de la lucha, sobre todo en los duros momentos de la olla popular. La Comisión de Esposas —tomada de la experiencia de la lucha de Ford de 1985— tiene un alcance político y de movilización que superó holgadamente aquella experiencia. En las palabras de Néstor Pitrola, secretario general de la Interna, en una asamblea: “La experiencia que les brindó esta lucha a las esposas en particular, también a los hijos, superó todo lo conocido hasta el momento en materia de lucha y ocupación de fábrica. Planteó una escala superior en la lucha obrera. Fue de mucha importancia, ya no sólo en el sostén de sus maridos, sino incorporadas como núcleo obrero de la lucha”.

La participación de las esposas en tal alto grado, algo que también se había verificado con anterioridad en la lucha de Transportes del Oeste, muestra la profundidad del espíritu de lucha de los trabajadores contra la opresión y la humillación. Con los dientes apretados y a pie firme junto a sus compañeros, las mujeres de Atlántida escribieron varias páginas acerca del rol de la mujer en la sociedad actual.

Conclusiones

La convicción predominante entre los trabajadores de Atlántida durante toda esta etapa de la lucha fue que sus alcances exceden largamente la lucha en una sola empresa. Lo que está en cuestión es la política patronal de flexibilidad, de superexplotación y de liquidación de las organizaciones sindicales independientes y combativas.

Porque éste fue el planteamiento central de la lucha de Atlántida es que logró convertirse, como ningún otro conflicto de la presente etapa, en un centro de reagrupamiento político de los sectores del movimiento obrero en lucha en todo el país.

Este reagrupamiento político tuvo puntos muy altos: el plenario obrero con la planta ocupada y más de cien delegaciones de todo el país; los actos de solidaridad; la convocatoria al acto del 1º de Mayo en Plaza de Mayo.

Los trabajadores de Atlántida votaron en asamblea general convocar al acto del 1º de Mayo en Plaza de Mayo, junto con otras direcciones combativas del movimiento obrero y un conjunto de partidos de izquierda, en lo que, sin lugar a dudas, constituye la expresión más alta de conciencia política independiente y clasista de un sector de la masa obrera argentina en los últimos sesenta años.

La intervención del representante de Atlántida en la Plaza de Mayo fue uno de los puntos culminantes del acto. Allí enfatizó la necesidad de la clase obrera de dotarse de una política y una organización propias, clasistas, independientes, para derrotar a la burguesía, al Estado y a la burocracia.

Esta es la perspectiva estratégica que los trabajadores de Atlántida no abandonaron en ningún momento del conflicto y que reafirmaron en la asamblea que dio por concluida esta primera etapa de la lucha. Como afirmó Néstor Pitrola, entre los aplausos de los trabajadores, “allí apunta nuestra propuesta aplaudida en asamblea de activistas de Fiat, de realizar una asamblea nacional de organizaciones obreras combativas, de lucha, partidistas y no partidistas. Para prolongar estas grandes batallas en un programa y en una organización que coloquen a nuestra clase obrera como alternativa política”.

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